Revista Cuatrimestral “Conecta Libertad” Recibido (Received): 2019/07/10
Vol.1, Núm.1, pp. 44-54 Aceptado (Acepted): 2019/08/26
ISSN 2661-6904
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Introducción
El proceso natural de convivencia en una comunidad está asociado a factores ambientales,
familiares y de estilos de vida de la población, que pueden afectar la salud y generar
enfermedades. Las personas buscan atender y resolver sus problemas de salud haciendo uso
de un tratamiento que puede ser convencional o tradicional. La elección depende
principalmente de saberes y experiencias que determinan las preferencias para atender cada
caso en particular.
Son muchas las discusiones acerca de los beneficios de los remedios naturales y sobre los
efectos secundarios de algunas medicinas con químicos fuertes (Méndez, 2008). En África
y Asia, el 80% se vale de la medicina tradicional, en América del Norte 75% de las personas
con VIH/SIDA también la utiliza y en Ghana, Malí, Nigeria y Zambia el 60% maneja la
herbolaria para la atención primaria de la salud (Shetty, 2010 y OMS, 2002).
La tercera parte de la población mundial consume el 66% de la producción farmacéutica,
cuyo uso requiere una disposición oportuna y de un precio asequible (Herrera, 2004). La
utilización de fármacos en adultos mayores ha aumentado, principalmente como
antiinflamatorios, analgésicos, laxantes, vitaminas, antidepresivos, tranquilizantes y
protectores gástricos (Montalvo, 2013).
Sin embargo, la población rural, generalmente usa tratamiento con plantas medicinales,
basando sus curaciones en conocimientos heredados de pueblos aborígenes, quienes sabían
exactamente qué planta utilizar para cada enfermedad. Este tratamiento es económico y lo
emplean hasta observar complicaciones agudas o crónicas, cuya resolución clínica o
quirúrgica asignan a la medicina convencional (Rodríguez, 2008).
Además, la medicina alternativa complementaria se ha hecho frecuente en pacientes con
problemas psicológicos y personas con cáncer, por sus ventajas en la humanización de la
atención y la comunicación centrada en el ser humano, como un ente ecológico y espiritual,
además de su bajo costo, menor posibilidades de invasión o agresividad y menor tiempo de
espera para obtener la atención (Pinto, Barrero, 2012 y Ballvé, 2003). Igualmente, algunos
médicos recomiendan el uso de medicamentos naturales para los niños con infecciones de
vías respiratorias altas, cólicos infantiles y trastornos del sueño, fundamentados
principalmente en los riesgos que provoca el tratamiento farmacológico convencional
(Anonymous, 2016).
En Estados Unidos y Europa, tiene un elevado uso la medicina complementaria,
especialmente cuando el paciente teme a las reacciones adversas de los fármacos, cuando no
está satisfecho con el progreso del tratamiento y cuando percibe un costo elevado de los
medicamentos para algunas enfermedades (La prensa, 2005). No obstante, en medio de esta
aceptación de la medicina tradicional, el uso de plantas con propósito terapéutico, no
pareciera ser totalmente beneficioso para enfrentar las enfermedades. Las personas al
desconocer las dosis de administración, en ocasiones, combinan varias plantas para combatir
una enfermedad, aumentando los riesgos de toxicidad (García, 2004).
Por lo expuesto, es posible que ninguna de las medicinas sea totalmente efectiva en todos
los casos y que sea necesario complementarlas para beneficio de los pacientes y su salud. La
medicina alternativa utiliza medios cultivados en la comunidad, activando defensas del
organismo para la cura natural de la enfermedad. Mientras que el tratamiento convencional
complementa esta mejoría con la ayuda de fármacos y procedimientos quirúrgicos
(Retamoso, 2007). Ambas terapéuticas tienen un autor capacitado para el ejercicio de curar,
que en la medicina tradicional se conoce como sanador, curandero o chamán y en la medicina
convencional es el médico (Pereyra y Delgado 2012).