Revista Cuatrimestral “Conecta Libertad Recibido (Received): 2023/07/30
Vol. 7, Núm. 2, pp. 92-97 Aceptado (Acepted): 2023/08/16
ISSN 2661-6904
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atender la salud mental. La limitación financiera representa un obstáculo importante para
implementar los estándares recomendados, dado que solo el 2% del presupuesto de salud se
destina a la salud mental, y la mayor parte de esos fondos se utilizan en gastos operativos de
hospitales psiquiátricos. Como resultado, no se dispone de suficiente financiamiento para
llevar a cabo acciones efectivas como la prevención, el fomento del autocuidado, la
capacitación del personal, la investigación y la reducción del estigma y la discriminación
hacia las personas que enfrentan problemas de salud mental.
Por lo tanto, las condiciones carcelarias en México son motivo de preocupación y
constituyen un desafío significativo para la salud mental de las mujeres privadas de su
libertad. Las cárceles suelen estar sobrepobladas, con instalaciones inadecuadas que carecen
de higiene y seguridad. La falta de espacio personal y privacidad puede provocar ansiedad y
estrés crónico. Además, la violencia entre reclusas y el abuso por parte del personal
penitenciario, también contribuyen a un ambiente opresivo y peligroso que afecta
negativamente el bienestar mental de estas mujeres (CNDH, 2022).
Asimismo, el hacinamiento y la falta de infraestructura adecuada en las prisiones
mexicanas han sido ampliamente documentados por organizaciones de derechos humanos y
académicos. De acuerdo con un informe de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos
de México (CNDH) sobre la situación penitenciaria, el problema del hacinamiento persiste y
empeora en algunos centros penitenciarios del país, lo que resulta en condiciones inhumanas
y degradantes para las personas privadas de la libertad (CNDH, 2021b).
Del mismo modo, la violencia y el abuso son una realidad inquietante para las mujeres
encarceladas en México. La población carcelaria femenina se enfrenta a un mayor riesgo de
sufrir violencia sexual, física y emocional, tanto de parte de otros reclusos como del personal
penitenciario (Zavala-Saeb,2020). La ausencia de medidas efectivas para prevenir y abordar
estos casos agrava la vulnerabilidad de las mujeres privadas de la libertad (Justicia para las
mujeres [EQUIS], 2017).
Es importante mencionar, que existen pocas investigaciones académicas sobre la violencia
en los centros penitenciarios, ya que estas presentan inherentemente varios sesgos. Esto da
lugar a una cifra negra preocupante y distante de la realidad debido a la naturaleza de las
fuentes de información utilizadas. Tanto los datos proporcionados por la autoridad, que
enfrentan el mismo problema que la medición de la violencia externa, como las encuestas
aplicadas a personas privadas de la libertad, que temen que se viole su anonimato y sufran
represalias, interpretaciones, manipulaciones o desinterés, contribuyen a esta situación.
Además, los códigos de la subcultura penitenciaria y la idiosincrasia carcelaria también
pueden influir en la obtención de datos precisos (CNDH, 2020).
Cabe resaltar que, que la exposición a la violencia y el abuso puede tener consecuencias
devastadoras para la salud mental de las mujeres privadas de su libertad. Estudios de expertos
en psicología y salud mental han demostrado que la victimización repetida puede llevar a
trastornos de estrés postraumático, ansiedad crónica y depresión (Hidayati et al., 2023). Por
consiguiente, los problemas de salud mental en mujeres privadas de libertad más frecuentes
son autolesiones, abuso de drogas, problemas con el consumo de alcohol y drogas, ansiedad,
trastornos del estado de ánimo (depresión), esquizofrenia, trastornos de personalidad,
dependencia de drogas y alcohol, violencia, estrés postraumático, trastorno de estrés
postraumático, síntomas depresivos, ansiedad y angustia.